RAMAJE










Gea, la Madre Tierra, se apiadó de la humanidad, dejó pasar muchos desastres, como la emisión de gases contaminantes, bombas, tala masiva de árboles…, entre otras muchas cosas, con la esperanza de que recapacitaran ellos mismos y parasen tales males. Al ver que la humanidad seguía haciendo mal a la naturaleza, se vio en la obligación de castigarla.
Gea comenzó atacando con diversas plagas de insectos, roedores e incluso medusas, pero esta medida fue insuficiente, pues hasta para esas plagas era un peligro la raza humana. Gea estaba furiosa, a la vez que asustada, no quería eliminar a ninguno de sus descendientes, pero un castigo no vendría mal. Por ello, condenó a la mayoría de los hombres a vivir en forma de árboles.
El terror se apoderó de los hombres, que vieron como sus piernas se inmovilizaban a la vez que empezaban a echar raíces, que se iban extendiendo rápidamente bajo tierra. Y de sus brazos crecían numerosas ramas que les iban envolviendo. Gea no mostró compasión ante nadie, ni siquiera con los niños, quienes también se iban transformando junto con sus madres.
Los hombres no daban crédito a lo que les estaba pasando, cuanto más fuerza derrochaban para evitar paralizarse, más dura era la corteza, y ni el viento podía mover sus ramas, tan solo su pelo, que se había convertido en ligeras ramillas. Los más bellos árboles eran los que constaban de varias personas (parejas, familias o grupos de amigos), ya que durante la transformación, sus piernas y brazos se iban entrelazando mientras intentaban sujetarse mutuamente aterrorizados. Las mujeres que tenían largos cabellos, se veían envueltas de numerosas ramas que se extendían varios metros.
Pronto, el aire fue cada vez más limpio, los desiertos se convirtieron en verdes bosques, y el fuerte calor amainaba gracias a las abundantes lluvias.